Por Ernesto Jiménez
“El camino hacia la riqueza depende fundamentalmente de dos palabras: trabajo y ahorro”. Benjamin Franklin.
El ahorro es un concepto económico fundamental para el desarrollo de toda sociedad capitalista. Lo cual, a simple vista, no suele resultar evidente; pero, cuando se analiza más detalladamente sale a relucir el rol central de este elemento esencial para el crecimiento de toda economía, tanto a nivel familiar como a nivel nacional.
En términos simples, se puede definir el ahorro como la acción de separar una porción de la renta o ingreso presente, para guardarla, con el objetivo de usarla en el futuro. Esta actividad, también conocida como “posposición del consumo”, es una muestra de panificación y organización elemental que, se expresa en el medio natural mediante el accionar de diversas especies, diferentes a la raza humana. Un ejemplo emblemático son las hormigas y su tendencia a guardar alimentos para salvar posteriores tiempos de escasez.
Sin embargo, solo el género humano es capaz de tomar la decisión racional de ahorrar, es decir, guardar recursos económicos —principalmente monetarios— con el objetivo de, más adelante, utilizarlos para crear activos de mayor valor. Y de esta manera, procrear un elemento económico esencial que está intrínsecamente vinculado al ahorro: la inversión. Un concepto que, como si de un ave se tratase, unido al ahorro forman las dos alas. Y precisamente por esta razón, es importante estudiarlos en conjunto.
La dinámica entre el ahorro y la inversión es, sin lugar a dudas, compleja e interesante; pues junto a ella intervienen otros factores —como la tasa de interés— que no son fáciles de entender, por lo que, requerirían mayor espacio para explicarlos. Sin embargo, al igual que muchos otros fenómenos económicos, es posible simplificar su funcionamiento conjunto si se reducen al núcleo del hogar, es decir, de lo colectivo a lo particular.
El ejemplo inicia con una familia que, utilizando sus ingresos presentes, construye en su casa una heladería artesanal. Luego, la venta de esos helados empieza a generar recursos que, esta familia, puede utilizar para consumir o ahorrar. A pesar de que la teoría económica enseña que los seres humanos valoran más el consumo actual al consumo futuro, ellos deciden ahorrar una parte importante del dinero producido, y lo usan, más adelante, para establecer una segunda heladería en otro local. Esta segunda empresa, unida a la primera, produce aún más recursos que, de así decidirlo la familia, les permitiría crear más sucursales, ampliar sus perspectivas de negocios e incrementar el bienestar económico familiar.
Ese escenario, sumamente simplificado, sirve para revelar algunos elementos muy importantes de la economía de mercado. En primer lugar, este ejemplo solo es concebible en un país con amplias libertades económicas, donde las instituciones funcionan y se respeta la ley. En segundo lugar, el dilema entre invertir y ahorrar no está exclusivamente determinado por una tasa de interés establecida por la autoridad central, sino que, ésta es producto de las expectativas racionales de los agentes económicos (se puede definir la tasa de interés natural como la diferencia entre la valoración actual y futura de los bienes). Y finalmente, es fácil comprender que, la inversión nace como un resultado lógico del ahorro, y en sí misma, le da sentido al acto de posponer el consumo presente para producir un consumo mayor en el futuro.
La relación positiva entre el ahorro, la inversión y el crecimiento económico, mostrada en el ejemplo anterior, también puede ser analizada en base al panorama macroeconómico de las naciones que más ahorran en el mundo. Resulta que, los 5 países con mayor tasa de ahorro nacional —definido como la suma del ahorro personal, corporativo y estatal entre el Producto Interno Bruto— son: Qatar, Kuwait, China, Corea del Sur y Noruega. Todas estas son naciones de incuestionable éxito económico.
Ahora bien, es justo destacar que, en sí mismo, el ahorro no está revestido de categoría moral, por lo que, no es absolutamente bueno ni necesariamente malo; no obstante, es una verdad irrefutable que la decisión de ahorrar facilita la creación de capital, y que, a través de la inversión de dicho capital, se generan nuevas oportunidades de negocios que, a su vez, incrementan la cantidad de empleos, producen más riquezas e incentivan el desarrollo económico nacional.
(Ernesto Jiménez / El autor es economista y comunicador).
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