El conflicto histórico de las dos chinas

El conflicto histórico de las dos chinas

 

 

 

 

Por Ernesto Jiménez

 

 

 

Todos los actos y triquiñuelas para separar el país están abocados al fracaso, serán condenados por el pueblo y castigados por la Historia”. Xi Jinping

 

La República Popular China fue proclamada el 1ro. de octubre de 1949, culminando de esta forma, con 22 años de guerra civil (1927-1949), en donde el Ejército Popular de Liberación, dirigido por el líder socialista Mao Tse-Tung, venció al régimen absolutista del Koumingtan (Partido Nacionalista chino), liderado por Chiang Kai-Shek. Como consecuencia de esta conflagración feroz se originaron dos estados: uno comunista en la parte oriental del continente asiático y otro capitalista en una isla adyacente.

 

Este curioso fenómeno tuvo lugar debido a que luego de la derrota, las fuerzas del Koumingtan, junto a 2 millones de refugiados abandonaron el territorio continental y se trasladaron a la Isla de Formosa, hoy conocida como Isla de Taiwán. En este pequeño territorio, de apenas 35,980 KM2, el general Chiang Kai-Shek se erigió como dictador absoluto hasta su muerte en 1975; mientras que, en la China continental, el “Camarada Mao” gobernó con mano de hierro hasta su fallecimiento en 1976. Ahora bien, el factor más relevante de esta división de facto del Estado es que, tanto China Popular como China Nacionalista (Taiwán), reivindicaron su condición de representantes legítimos de la totalidad del pueblo chino.

 

Al momento de esta trascendental escisión, el mundo se encontraba inmerso en los albores de la guerra fría, lo que determinó, dentro de la dinámica de los enfrentamientos entre las dos grandes superpotencias de la época (Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas), que Taiwán en sus inicios fuese reconocida como la verdadera China por el bloque capitalista occidental, y que, en cambio, la China Popular fuese admitida dentro del bloque socialista. Esto explica que, en la década de los 50 y 60 del siglo XX, Taiwán contara con el reconocimiento de la mayoría de los Estados que conforman el concierto de naciones del mundo y, por supuesto, de las principales instituciones internacionales.

 

Esta realidad empezó a cambiar a partir de la década de los 70, con la llegada a la Casa Blanca de presidentes más pragmáticos (Nixon y Ford), cuya visión coincidió con la paulatina erosión del poder del líder histórico de la revolución socialista china, Mao Tse-Tung, el creciente peso político y económico de la China Popular, y el ascenso del dirigente progresista Deng Xiaoping, el cual, con su doctrina de acercamiento a occidente, se distanció abismalmente de la esfera de influencia de la mayor potencia socialista de la época, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). En consecuencia, el 16 de diciembre de 1978, el presidente estadounidense Jimmy Carter anunció el establecimiento de relaciones diplomáticas plenas con la República Popular China (RPC), y admitió –tal como ya lo había hecho la Organización de Naciones Unidas (ONU) en 1971­– que ésta es la única representante legítima del pueblo chino.

 

A partir de este evento histórico, las demás naciones del mundo fueron otorgando el reconocimiento diplomático a la República Popular China, y aceptando el requisito fundamental de este Estado para establecer relaciones diplomáticas con cualquier país del globo terráqueo: la política de que solo existe una nación-estado en el mundo con el nombre de China, y el reconocimiento de Hong-Kong, Macao y Taiwán como partes inalienables de ésta.

 

Siguiendo esa lógica de acontecimientos globales, resultaba prácticamente inconcebible que la economía más abierta y pujante del Caribe, la República Dominicana, no hubiese reconocido diplomáticamente a la República Popular China, en especial, cuando este país asiático, se ha convertido en el mayor exportador de mercancías del mundo, 2do. importador a nivel global y 2da. economía del planeta, con un PIB nominal que supera los 12 billones de dólares.

 

Debido, en gran parte, a todos estos factores, el 30 de abril del 2018 la República Dominicana tomó la decisión de establecer relaciones diplomáticas con China; rompiendo, a su vez, con 72 años de estrechos intercambios diplomáticos y comerciales con Taiwán, bajo el entendido de que estos vínculos ya carecían de sentido práctico, e incluso, si se toma en cuenta la ideología del partido gobernante (PLD), también poseían escaso sentido ideológico.

 

Esta decisión soberana del gobierno dominicano, coloca a este país en armonía con el rumbo de la historia, a la vez de, fungir como una prueba irrefutable de la importancia de someter los frutos del accionar humano bajo la rigurosidad del análisis histórico, para de esta forma entender en qué medida las decisiones de ayer condicionan las de hoy. Pues solo así, estaremos en capacidad de interpretar los complejos episodios que dan forma a la vida de los distintos pueblos del mundo.

 

(El autor es economista y comunicador).

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