Por José Francisco Arias
A Frederick Martínez (El Pachá), el popularísimo y recurrentemente explosivo animador de televisión, no lo veo como un agresor sexual.
No lo asumo como violador sexual; no lo visualizo, no lo proceso como tal.
El Pachá puede tener un arranque de emoción en la animación de algún espectáculo o programa de televisión y es capaz de sorprender en pleno escenario con un beso a una mujer o a un hombre, como ocurrió hace algún tiempo con la merenguera Belkys Concepción y mucho antes con la mexicana Alejandra Guzmán y Fernando Villalona (El Mayimbe), solo con el propósito de generar escándalo como figura pública; de provocar sensacionalismo y ganar espacio en los medios, pero no como expresión de un degenerado sexual.
Frederick ha sido denunciado por supuesta agresión sexual.
Él ha negado categóricamente la acusación, dice que es víctima de extorsión por parte de la mujer que lo ha denunciado y sostiene que procederá a demandarla a ella y a quienes la acompañan en lo que considera una trama para sacarle dinero o pretender dañar su imagen.
A El Pachá lo reconocemos como un hombre/espectáculo que gusta de hacerse sentir como tal y que se le vea como referente en el medio en el que se desenvuelve, para lo que trabaja incansablemente.
Y, esencialmente, como ser humano noble y solidario
