El fantasma del populismo

El fantasma del populismo

 

aaaaaaasaasaenenenenenPor Ernesto Jiménez

 

«La entrega al carisma del profeta, del caudillo o del gran demagogo no ocurre porque lo mande la costumbre o la norma legal, sino porque los hombres creen en él». Max Weber

 

Los seres humanos vivimos en una búsqueda constante de nuevos paradigmas que provean soluciones a problemas perennes, lo que provoca una espiral histórica en donde pareciera que los acontecimientos se repiten en ciclos imperecederos. Por ejemplo, la economía liberal estuvo en auge a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, pero luego de la primera guerra mundial y la gran depresión de 1929 se abandonó el modelo económico liberal y se adoptó el keynesianismo, más adelante, a partir de la crisis petrolera del 1973 y los gobiernos de Ronald Reagan en EE. UU. (1980-1988) y Margaret Thatcher en Gran Bretaña (1979-1990) el mundo desarrollado retoma la senda del liberalismo económico, hasta que la crisis financiera del 2008 convenció a gran parte de las naciones desarrolladas de que el modelo neoliberal había agotado su ciclo y por esto se vislumbran intenciones de retornar al proteccionismo y aislacionismo económico.

En este eterno retorno es donde encontramos un interesante fenómeno político protagonizado por movimientos que apelando a sentimientos irredentos de las masas, están logrando contundentes victorias en el mundo «civilizado». Estos movimientos, en su mayoría de corte nacionalista, aprovechan la frustración e insatisfacción de amplios segmentos populares que perciben a la globalización y la apertura internacional de los mercados como responsables de sus carencias o demandas insatisfechas. En este sentido, el expresidente uruguayo, José Mujica explicaba brillantemente que la globalización ha hecho que los trabajadores manuales «no vean mejoras en sus condiciones de vida», pese a que la economía crece, moviendo su voto hacia propuestas «hipernacionalistas».

Este fenómeno al que hacemos referencia es llamado populismo, término definido por científicos políticos y sociales como una expresión conceptual que se refiere a movimientos que rechazan a los partidos políticos tradicionales y que suelen construir discursos demagógicos que dividen la sociedad entre los que están a favor del pueblo y los que están contra el pueblo. Esta modalidad de representación, como explica Enrique Krauze en su «Decálogo del Populista Iberoamericano», ha adoptado una desconcertante amalgama de posturas ideológicas y representa un importante desafío para la institucionalidad y la democracia.

Es importante destacar que el populismo no es un fenómeno nuevo. Mussolinni y Hitler a mediados del siglo pasado fueron quienes prácticamente lo inventaron, y en Latinoamérica, en tiempos más recientes, hemos sido testigos de primera mano de sus peligrosos efectos. Ahora bien, nos llama poderosamente la atención la forma en que en un país avanzado como EE. UU. y en la culta Europa está triunfando un novedoso concepto, llamado «postverdad», que no es más que una circunstancia donde las emociones y las creencias personales son más influyentes que los hechos, y los líderes populistas han sido los catalizadores y beneficiarios de esta coyuntura al polarizar el debate nacional entre: «ellos (los malos) y nosotros (los buenos)», «ellos (corruptos) y nosotros (honestos)»; auxiliándose de una retórica aislacionista, xenófoba y divisionista que se encuentra respaldada por la desilusión de amplios sectores nacionales que sienten han perdido primacía social y bienestar general. Como ejemplos actuales podemos mencionar a Donald Trump, en EE. UU.; Pablo Iglesias, en España; Marine Le Pen, en Francia y Nigel Farage, en Inglaterra.

En 1848, Carlos Marx y Federico Engels expresaron que “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”, y con estas palabras iniciaron su “Manifiesto del Partido Comunista”, el cual a la postre resultaría fundamental para entender gran parte de los fenómenos políticos que forjaron la historia del siglo pasado. Hoy, en los albores del siglo XXI, a 26 años de distancia de la caída del bloque soviético o comunista, podríamos parafrasear a Marx y Engels para indicar que un fantasma recorre a Europa y a EE. UU., pero esta vez, se trata del fantasma del populismo.

 

(El autor es economista y comunicador).

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